sábado, 28 de febrero de 2009


Otra vez encaramada en el tren de letras, letras nacidas del desahucio, del dolor, del vacío de nada, de no sentir nada, más que el peso de las cenizas que quedó después del incendio; y no incendio, de algún bien material o inmueble, si no el incendio generado por haberse puesto a quemar (otra vez) de manera simbólica algunos recuerdos.

Al final de cuentas, por más que lo intente, siempre terminan volviendo. No son los ojos de alguien fijos en la mente y distantes en el recuerdo; tampoco es el eco de la voz del ser amado, y ni siquiera es la nostalgia de extrañar lo perdido… Bueno, tal vez lo último sea lo que más se asemeja a la situación.

Es una mezcla extraña entre soledad, frustración, cansancio. Morir, sería un alivio, para descansar... ¿De qué? sí no ha pasado nada relevante, pues de esta sensación de cansancio… Pero, es impensable morir con tantas cosas por hacer aún, y sin embargo, no hay energía suficiente como para hacer nada.

Son ganas de todo y nada al mismo tiempo, es a veces querer comerse el mundo, y otras, en cambio, dejarse comer por él. Como pasar de la tristeza al dolor, luego a la euforia, al optimismo, y todo en los mismos cinco minutos.

Lo anterior mezclado con un torbellino de nubes grises, un clima frío sin muchas actividades por hacer, y si añadimos un toque de música para recordar, se puede brindar con las lágrimas que corren por la cara de un intento de escritora frustrada, medio poeta y medio loca, pero siempre medio, porque fue lo que medio quedó después de la destrucción, después del incendio, después de intentar erigir otra vez las ruinas de lo que alguna vez fue…

Para simplemente quedarse en versos vacíos y lastimeros, en medio llorar, medio escribir, medio vivir, sin sentir nada excepto cierto vacío un tanto doloroso. No es el coraje producto del engaño, no es la tristeza consiguiente a un abandono. Es el grito interior por la pérdida del ser, del yo, al no ver más que tinieblas donde antes había todo un camino por recorrer.

Es la asfixia, por ver el tiempo correr, así nada más, sin poderlo detener, sin poder hacer nada, sin que alcance para nada; la impotencia de ver que uno es el mundo para alguien… Cuando ni siquiera se tienen los pies puestos en este planeta. Culpa de ver la vida esfumarse, sin saber qué hacer con ella, culpa de amanecer sana, respirando, bajo techo, en un entorno amigable…

Y a pesar de todo, abrir los ojos maldiciendo el nuevo día. Mientras la poca materia gris utilizada los últimos minutos para escribir empieza nuevamente a caer en el ya usual letargo en que ha estado sumida, el alma se aferra a estas pocas líneas escritas, por sentir que se hizo algo, que se logró algo provechoso en este tiempo muerto como la plomiza tarde de hoy, donde todo transcurre casi igual.


Y bueno, aunque el corazón ya no da para mucho, y la cabeza a estas alturas ya resulta algo obsoleta, o simplemente trabaja al son de la rutina, hay al menos un intento de poesía, con lo cual, tal vez pueda concluirse que aún hay alguna esperanza… Porque bueno, recuerdos sigue habiendo muchos, aún después del incendio, aún después de la tormenta…

Todavía, tras la estela de humo que el dolor ha dejado, siguen ahí los recuerdos; latentes, persistentes, como una fiera esperando el momento justo para atacar a su presa. Y ¿qué más hace uno, sino rendirse y entregarse a este bálsamo sublime que son las letras? uno de los pocos espacios, donde, debido un poco a la locura y en parte a la sinestesia, aún existen los colores.

C.C.R

2 comentarios:

  1. Me gustaria verte resurgir de las cenizas cual ave fenix y levantar el vuelo tan alto que ni con la mirada pudiera alcanzarte.
    Sabes q no me gusta verte triste , recuperate de ya sabes que y pasa el examen de "eso" , sera una buena oportunidad de un nuevo comienzo. Y a partir de hay levantaras el vuelo como el fenix, y sabes ? avisame para verlo y verte sonreir. Tq nena

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  2. :-/ guay tienes un blog y yo no lo sabia...

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